El funcionamiento de la economía mundial se basa en el consumo de energía. Sin ella, sería imposible extraer las materias primas necesarias, ni hacer funcionar el sistema productivo para generar los bienes y servicios que la sociedad necesita, tampoco su transporte ni el de las personas. Gracias a disponer de un suministro adecuado y suficiente de energía, las sociedades desarrolladas disfrutan de un elevado nivel de calidad de vida.

En principio, parece evidente establecer una correlación entre consumo energético y nivel de vida: los países más ricos, fuertemente industrializados y urbanizados, consumen cantidades muy superiores de energía. Esta situación genera un importante impacto ambiental en el entorno.

Consumir grandes cantidades de energía de manera poco eficiente, puede conllevar a:

•    Agotamiento de las energías no renovables: las fuentes de energía fósiles tienen un ciclo de formación de millones de años, por lo que, al ritmo de consumo actual, terminarán agotándose en poco tiempo o dejarán de ser, a medio plazo, económicamente rentables.

•    Impacto en el medio ambiente: explotación de yacimientos, emisión de CO2, efecto invernadero, posibles escapes nucleares o mareas negras, etc-

•    Dependencia energética externa: la Unión Europea cubre sus necesidades energéticas en un 50 % con productos importados y puede llegar al 70% en 2020 de seguir por el mismo camino. Esta vulnerabilidad resulta patente, por ejemplo, en la escalada de los precios del petróleo que hemos vivido desde 2008.

Según la Agencia Internacional de Energías Renovables, la manera más eficiente de generar electricidad y ahorrar costes económicos es mediante fuentes renovables. Además, cuentan con la ventaja de que no emiten ningún tipo de gas contaminante lo que las hace ser más sostenibles y respetuosas con el entorno.

Por ello, la UE ha elaborado una estrategia a largo plazo para apostar por este tipo de fuentes de energía y, con ello, intentar paliar los problemas de suministro, garantizar el bienestar de los ciudadanos y no dejar a un lado las preocupaciones ecológicas, con la perspectiva de lograr un desarrollo sostenible. El llamado “Libro Verde” propone que los estados miembros se sitúen en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático y de las tecnologías que garantizarán la energía más limpia y sostenible del futuro.

La Comisión Europea insiste en el papel que han de desempeñar las fuentes de energía renovables, sector en el que la UE ya representa la mitad del mercado mundial. A fin de crear un entorno estable para el desarrollo de las energías renovables, Europa se compromete a presentar una hoja de ruta para este tipo de fuentes de energía. Esta hoja debe revisar los objetivos generales y particulares de la UE para el año 2020 y elaborar una lista de medidas para favorecer el desarrollo de las fuentes de energías limpias y renovables. Incluye, las iniciativas sobre la biomasa y la ayuda para generar electricidad a partir de fuentes de energía renovables.

 

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