Las ciudades están cada vez más congestionadas. Los seres humanos demandan vivir en entornos urbanos y es imprescindible adecuar estos territorios al gran volumen de población que está por venir.

Y aunque es natural pensar que, a más personas, más saturación, más atascos, más tráfico, más colapsos…, la realidad del futuro es la contraria. El habitante de 2050 podrá desplazarse con total comodidad y sin experimentar ninguna aglomeración en su vida diaria. La población urbana del mundo ha crecido a pasos agigantados, pasando de los 751 millones de habitantes en los años cincuenta a los 4.200 millones en 2018, según Naciones Unidas.

La organización estima que este crecimiento, lejos de ralentizarse, seguirá aumentando de manera exponencial. Y es que, en 2050, se prevé que el 68% de la población mundial viva en ciudades, lo que se traduce en más de 10.000 millones de habitantes.

Estos datos pueden, de primeras, abrumarnos, ya que hacen prever un escenario de mayor demanda de movilidad y recursos, además de una previsible saturación de los medios de transporte.
En España, ya se han implementado proyectos que han permitido crear una red de ciudades inteligentes gracias al Plan Nacional de Ciudades Inteligentes impulsado por el Ministerio de Economía y Empresa, que persigue facilitar la transformación tecnológica de nuestras ciudades, incluida la digitalización del transporte. Porque para que una ciudad sea inteligente, es primordial contar con herramientas que permitan gestionar eficazmente el tráfico y las modalidades de transporte. Pero, ¿cómo será realmente el futuro?

Movilidad Inteligente: así será el viajero de 2050

Todo apunta a que la movilidad del futuro será cien por cien eléctrica, cien por cien conectada y cien por cien disponible. La necesidad de hacer nuestras ciudades sostenibles requerirá el uso de diferentes medios de transporte, que compartirán una característica común, no contaminarán, por lo que el transporte eléctrico será determinante.

Por otra parte, los diferentes medios de transporte estarán conectados al Internet de las cosas, lo que permitirá nuevas funcionalidades basadas en el diálogo continuo entre los vehículos y la infraestructura. Adicionalmente, estos dispositivos facilitarán -de hecho ya lo están haciendo-, una disponibilidad plena de los sistemas y anticiparán posibles fallos evitando la paralización de los transportes. Y es que las infraestructuras del mañana no reaccionan, se anticipan. Todo ello contribuirá a mejorar la experiencia del viajero.

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Una reciente investigación desarrollada por Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel de Economía en 2002, determinó que el peor momento del día para muchas personas es el desplazamiento hacia el trabajo, siendo incluso más crítico para aquellas que se mueven en transporte privado. Y es que los conductores españoles pierden 420 millones de horas en las congestiones de tráfico, según un reciente estudio de KPMG y Siemens. Hoy en día, y más en los próximos años, la movilidad es entendida como un servicio. Al ciudadano le importará cada vez menos el medio de transporte a usar, simplemente optará por el más conveniente en cada momento, según comodidad, rapidez, coste, etc.

Para ello, la clave es contar en tiempo real con la información que le permita conocer, a través de una aplicación en su smartphone, cuál de las posibilidades se ajusta mejor a sus preferencias. Estas apps aportarán además un valor añadido. Por ejemplo, el viajero sabrá cuál es la entrada de metro que debe tomar para andar menos, el coche del tren al que debe subirse para no ir de pie o avisarle de que puede aparcar el coche compartido y evitar un atasco al coger una e-Bike.

Esta intermodalidad es posible hoy gracias al Internet de las cosas y a la gestión inteligente de los datos. El resultado de ello es un flujo de tráfico sin fisuras y una optimización de la oferta de transporte público que conducen al viaje perfecto. Esta interconexión da al viajero mayor control y poder de decisión y soluciona uno de los problemas habituales, la ausencia de información y alternativas ante una incidencia en su ruta diaria.

En definitiva, la gestión urbanística del futuro demanda un cambio de paradigma donde las nuevas tecnologías han de jugar un papel esencial, no solo porque han entrado a formar parte indiscutible de los nuevos modelos de transporte, sino también por su evidente impacto en los ya existentes. La movilidad del futuro dará las riendas al viajero para que pueda desplazarse como nunca antes lo ha hecho, con conocimiento de causa y con toda la información para hacer de su desplazamiento una experiencia atractiva.

Autor: Agustín Escobar, consejero delegado de Siemens Mobility España.

Fuente: Revista Energía de El Economista