Expertos urbanistas y analistas del sector energético pronostican que los acuciantes problemas globales como las emisiones de CO2, el efecto invernadero y la escasez de recursos energéticos harán que las principales urbes tengan que convertirse en ciudades inteligentes entre los próximos cinco y diez años.

La planificación urbana y la eficiencia energética están directamente relacionadas y por ello los llamados “decision makers” y los gestores de la energía deben trabajar codo con codo en el desarrollo de una infraestructura inteligente que sea adecuado a las necesidades de cada entorno.  

El proceso de digitalización de toda la infraestructura urbana tiene un impacto abrumador y no solo en los edificios: desde el transporte público hasta el tráfico en las carreteras pasando por el autoconsumo energético, por poner solo algunos ejemplos.

En  este contexto de disrupción tecnológica es evidente que la adopción de las tecnologías digitales está obteniendo un gran impacto comparable con otras Tecnologías de Propósito General (GPT, en inglés), como lo fueron en su día la máquina de vapor y la electricidad.

Rehabilitación de edificios: la digitalización llega a la infraestructura existente

Según un estudio realizado en 2017 por Siemens y Arup en Bruselas, la rehabilitación representa una manera rápida e inteligente de digitalizar edificios. ¿Un ejemplo? La simple incorporación de sensores en un edificio permite la reducción de la factura energética del mismo. Los sensores permiten identificar si una ventana ha quedado abierta o si una sala está ocupada. Así, por ejemplo, el sistema puede ajustar la iluminación o la temperatura dando más información al gestor del edificio y aportando más confort directamente al usuario.

En el caso concreto de la capital belga, los investigadores de Siemens y Arup recomiendan una estrategia de modernización basada en tecnología inteligente sobre todo en las infraestructuras energéticamente ineficientes. Según el modelo planteado, la digitalización de los sistemas energéticos de un edificio podría ahorrar anualmente en electricidad y calefacción 320 gigavatios-hora (GWh) y 850 gigavatios-hora, respectivamente. Esto ocurriría en inmuebles no residenciales y podría variar dependiendo de la construcción entre un tres y un veinte por ciento.

Además, los sistemas de optimización de energía podrían adaptarse a la demanda del momento dando mayor estabilidad a la red y permitiendo hasta un 30% de ahorro en los edificios más antiguos. En una ciudad verdaderamente inteligente, integrada y conectada, los urbanistas podrían contar con una visión global de las necesidades reales apoyándose en los datos de demanda de electricidad y gas, lo que permitiría encontrar el equilibrio real entre la producción y el suministro de energía.

Como decimos, estos esfuerzos para que las ciudades sean cada vez más inteligentes se están llevando a cabo en todo el mundo. Con MindSphere, el sistema operativo basado en la nube abierta que conecta sensores, sistemas y máquinas, Siemens puede ofrecer este servicio proporcionando una herramienta sólida para poder gestionar de forma inteligente cualquier infraestructura urbana.

En definitiva, hoy las ciudades pueden supervisar y gestionar sus activos de una forma inimaginable hace tan sólo una década. Si queremos reducir el impacto medioambiental y ahorrar en la factura energética, debemos ya de aprovechar el abanico de posibilidades que nos ofrece la tecnología a disposición.