En 2020 la temperatura media de la Tierra fue de 1,02 ºC, es decir, más elevada respecto al período 1950-1980, según la Nasa. El sobrecalentamiento de nuestro planeta no solo provoca la fusión de glaciares o la alteración del clima, sino que genera el aumento de fenómenos como inundaciones o huracanes que causan grandes daños. Y es ahí donde juega un papel fundamental la transición energética.

A partir de la COP21 de París, se firmó un acuerdo internacional por el cual se fijaba, entre otros, el objetivo de mantener, antes de que acabe el siglo XXI, el calentamiento global por debajo de 2 ºC respecto a los niveles preindustriales. De hecho, en 2021, la COP26 ratificó el compromiso de lograr la Carbon Neutrality para 2050. ¿Cómo conseguirlo? La respuesta es la transición energética o, lo que es lo mismo, modificar el sistema energético actual a uno de bajas emisiones o sin emisiones de carbono, basado en las fuentes renovables.

¿Y por qué ahora? La realidad es que este concepto no es nuevo, pero lo que diferencia de esta transición respecto a anteriores es la necesidad real y urgente de proteger la Tierra.

¿Qué es la transición energética?

La transición energética es un cambio de paradigma en todo el sistema (producción, distribución y consumo de energía) potenciando las energías renovables, la economía circular y otras formas de reducción de emisiones. Este cambio implica:

  • Generar una nueva cultura concienciando a las personas sobre el consumo responsable y sostenible de la energía.
  • Establecer pautas de eficiencia energética a través de la electrificación.
  • Digitalizar todos los procesos y sectores.

De este modo, a través del cambio, contribuimos a la descarbonización, que tiene un impacto positivo también en otros sectores como la digitalización de las redes o el transporte. Es decir, no solo ayudamos al planeta, sino que también beneficiamos a la economía y la sociedad en general.

¿Cuáles son los principales beneficios de la transición energética?

Como comentábamos anteriormente, la transición energética no solo implica hacer frente a los desafíos climáticos, sino que nos permite transformar el futuro hacia la sostenibilidad y la eficiencia. Por ello, existen numerosos beneficios como resultado de esta. Estos son tres ejemplos:

  1. Seguridad energética: Las energías renovables, como la solar o la eólica, permiten que cada país sea menos dependiente de las importaciones contando con un suministro de energía más estable y seguro.
  2. Mejora de la salud: Una reducción de la contaminación (del aire, agua, etc) tiene un beneficio sanitario directo. Con la transición energética, se espera una disminución de ciertos tipos de enfermedades como las respiratorias.
  3. Desarrollo económico: Como cualquier cambio de paradigma en el sistema, la transición energética implica la generación de empleo en las industrias relacionadas. En este caso, en las de energía renovable, desde la investigación hasta la construcción y el mantenimiento.

¿Cómo puedes impulsarla?

Las claves fundamentales para lograr la transición energética son:

  • Apostar por las energías renovables y reducir los combustibles fósiles.
  • Modificar el sistema de movilidad.
  • I+D+I: investigación, desarrollo e innovación en tecnologías energéticas.

Pero, más allá de esta teoría, lo importante es que la transición energética es cosa de todos. Desde reducir el consumo energético en los hogares de forma particular a hacerlo a nivel industrial este cambio implica a todos los agentes. Por ello, se han ido creando diferentes guías o manuales que ayudan a los ciudadanos a cambiar el modelo energético de la forma más sencilla posible.

Un ejemplo de ello y una buena forma de empezar es la “Guía ciudadana para participar en la transición energética”, editada por la Fundación Conama.

La red eléctrica, la columna vertebral de la transición energética

Las redes eléctricas son la pieza necesaria en el puzzle para poder llevar las energías renovables a los clientes y empresas. Gracias a estas, se consigue avanzar hacia la descarbonización permitiendo así la integración de más energías renovables, la atracción de industria, una movilidad realmente sostenible y las ciudades inteligentes. ¿Por qué? Porque esta tecnología ofrece la posibilidad de integrar y conectar las nuevas plantas renovables al sistema, algo fundamental para reducir la dependencia de los combustibles fósiles.

De hecho, la Unión Europea incrementó en 2023 el porcentaje de consumo total de renovables en Europa hasta el 42,5% de aquí a 2030, desde el 32% anterior.

Afortunadamente, España cuenta con un gran potencial de energía renovable, y, gracias a las renovables, las organizaciones podrán mejorar su competitividad, disminuir sus costes energéticos y acelerar su descarbonización. Eso sí, para descifrar el futuro de la energía es imprescindible cambiar de perspectiva: dejar atrás las formas tradicionales de resolver los problemas de las redes y adoptar las potentes capacidades del software y la tecnología digital.

Para ayudar a las organizaciones y a los países a cumplir con los objetivos de transición energética, Siemens se ha centrado precisamente en desarrollar la tecnología necesaria con la que poder responder a los desafíos del sector, tanto a nivel tecnológico como en su competitividad. Siemens Grid Software es el ejemplo perfecto de ello, un software diseñado para ayudar a los operadores de redes a decodificar y dar forma al futuro de su panorama energético.

Al convertir la creciente complejidad de las redes en una ventaja competitiva, es un potente catalizador que puede hacer realidad la visión del futuro de la energía.